Claro que ni esper— a que le contestase ÒnoÓ y ya hab’a sacado un libro, que Žl mismo hab’a escrito para un curso de paracaidismo.
Mientras tomaba el quinto vaso de Coke (tomo muchas gaseosas cuando viajo en aviΓÇön) le rogaba a Dios que el flaco no fuese al mismo hotel que yo. Y si no era mucho pedir, ni siquiera a la misma selva.
El flaco me iba mostrando los dibujos del libro mientras parloteaba.
Muy mal hechos, mostraban que el que va a saltar en paracaΓÇÖdas tiene que mirar hacia arriba, saltar con las piernas y los brazos abiertos y enseguida tiene que tirar de un cordΓÇön con un gancho metΓÇílico que estΓÇí cerca del pecho, junto a los cinturones que atan